Quienes
lo vieron raqueta en mano y luciendo con elegancia sus blancas alpargatas –en
los años 40 no habían tenis para pies tan grandes-, no dudan en elogiar sus
excelentes cualidades. Cierto que llegó al tenis algo mayorcito, contaba
entonces 20 años. Un handicap que, sin embargo, no le impidió consagrarse como
uno de los más grandes -además de por su estatura-, del tenis canario.
Hablamos, claro está,
del lagunero Salvador Lecuona, a quien la Asociación de la Prensa Deportiva de
Tenerife ha distinguido con el “Premio Leyenda Deportiva”.
“Desde
Sufrieron las
consecuencias de su excelente “drive” y terrorífico servicio jugadores de la
valía de Enrique Casariego (q.e.p.d.), Ernesto Hafner, así como los
grancanarios -sus “víctimas favoritas”-, Agustín Bonny, Vicente Boissier, Juan
Domingo Guerrero y Willi Bird.
Pero quizás el secreto
mejor guardado de Salvador Lecuona fue su punto flaco: el revés. Sólo Paquito
Arvelo, en la ya citada final regional, lo descubrió.
Hoy, a sus 75 años,
Salvador Lecuona cogió de nuevo la raqueta, gentilmente cedida por su hijo
Jorge, también jugador de tenis, como lo fue su hermano y lo sigue siendo su
madre Elena Torres, para demostrar que “donde hubo siempre queda”.
Fue grande dentro y
fuera de la pista de tenis y con una bondad y un corazón que no le caben en sus
más de doscientos centímetros. Argumentos que unidos a los deportivos, lo hacen
merecedor de recibir el “Premio Leyenda Deportiva
Revista
Gala del Deporte 96, 27 y 28 de Febrero de 1997 por Agustín Arias (Presidente
A.P.D.T.)